12.10.09

Rumanía

Durante mucho tiempo, para nosotros Rumanía era un vacío literario. Sólo aparecía en la vieja Austral un libro de Vintila Horia, y quizá nos sonaba Mircea Eliade por sus trabajos antropológicos (más tarde llegaríamos a los literarios). Pero poco a poco se va llenando ese desierto. Llegaron los diarios de Mihail Sebastian (aunque no los leí, porque soy poco curioso de las vidas literarias privadas), y sus novelas. Después, el deslumbramiento de las dos novelas de Camil Petrescu, que agradeceré siempre a la editorial Gadir. Por fin, la traducción de la poesía de Eminescu en Cátedra. Y ahora, aprovechando que en la biblioteca pública han creado un "Centro de Interés" sobre Rumanía, estoy leyendo Por qué nos gustan las mujeres, de Mircea Cartarescu (Funambulista), colección de pequeños textos sobre mujeres, flojito, que fue un best-seller hace unos años en toda Europa; y he terminado Los depravados príncipes de la Vieja Corte, de Mateiu Ion Caragiale (El Nadir), que me ha recordado a Petrescu y, por tanto, me ha gustado mucho. Nos presenta a tres personajes, el narrador y sus amigos Pantazi y Pasadia, de clase alta, entregados a la juerga (no sé yo si hoy en día las acciones que se relatan -juego, mujeres y alcohol- pueden calificarse de depravación), guiados por un desclasado Gore Pirgu por el mundo del vicio nocturno, que contrasta con los ideales que mantienen durante el día. Es una novela poética en ocasiones, con unos personajes muy llamativos, y con ese toque de melancólica nostalgia de un mundo perdido que tanto me gusta. Algo muy curioso que no sólo dice Caragiale, sino también Petrescu y creo que también Sebastian, y parece un tópico nacional, es que Bucarest es una mezcla de Occidente y Oriente (civilización y barbarie asiática, parecen decir), o que es una ciudad absolutamente oriental, por decadente y lasciva. En fin, un libro muy recomendable.
Gracias a esa nostalgia, puedo conectar con otros autores de territorio actualmente rumano. No hay que olvidar que algunos de los grandes escritores en lengua alemana salieron de estas tierras, ya sea de lo que todavía llamamos Transilvania (como Herta Müller, reciente Nobel, de la que leí un libro, no sé ya cuál era, que no me dejó satisfecho del todo), ya sea de la Bucovina otrora austrohúngara, como Paul Celan (que tengo que leer más) o Gregor von Rezzori, del que hace poco Anagrama publicó su Gran Trilogía (Memorias de un antisemita, Un armiño en Chernopol y Flores en la nieve).
Ah, y ahora Lumen acaba de publicar Una mañana perdida, de Gabriela Adamesteanu, que espero que caiga pronto en mis garras, porque parece muy interesante.
Leer es eso, llenar vacíos (no sólo en la estantería).
En la foto, la plaza San Jorge de Bucarest hace mucho, mucho tiempo.

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