El primero, el Duomo. Impresiona verlo poco a poco al salir del metro, aunque luego la plaza no tiene gran cosa. En su interior destacan las vidrieras y poco más. Pero se puede subir al tejado, y eso, para los que tenemos vértigo, ya son palabras mayores. A su lado, la Galería Vittorio Emmanuele II es un punto de referencia al que hay que volver todos los días (a pesar de que sólo ves turistas). La via Torino es una calle comercial, con sus tranvías (vale, ya ha hablado de ellos Julio en http://julionarrow.blogspot.com/), pero sobre todo destaco la Piazza dei Mercanti, al lado del Duomo, solitaria, sin turistas, pero con mucho encanto.
Otra zona que nos gustó mucho fueron I Navigli, dos canales que se encuentran al sur de la ciudad, con restaurantes (algunos dentro de barcazas atracadas en el canal), paseo, una buena librería (Il libraccio) y una casa de artistas de lo más curioso; parece que no estés en la gran ciudad.Por último, Brera, artística (con el Piccolo Teatro), llena de rincones y callejuelas peatonales, y muchos restaurantes. Tiene encanto.
Se me olvidaba: la catedral de San Ambrosio es una joya románica que hay que ver ineludiblemente. Sus torres, el patio lleno de lápidas romanas y medievales, y, en su interior, unos frescos en el ábside que parecen bizantinos (había misa y no me pude acercar). El metro hace que no se tenga que caminar mucho.
Las fotos siguen siendo de Julio.
Siguiente parada, Pavía.
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