"Las facciones de un hombre, la estructura ósea y los tejidos que la cubren son el resultado de un proceso biológico; pero cada persona se crea su propio rostro: es el reflejo de su actitud emocional, la actitud que sus deseos exigen para verse satisfechos y que sus temores requieren para permanecer a cubierto de ojos inquisidores. Llevará ese rostro como si fuera una máscara demoníaca, un artificio necesario para despertar en los demás las emociones que habrán de complementar las suyas propias. Si ese hombre tiene miedo, querrá ser temido; si el deseo le domina, querrá ser deseado. Y su rostro le servirá de pantalla tras la que esconder la desnudez de su mente. Tan sólo unos pocos hombres, los pintores, son capaces de desvelar una mente a través de un rostro. En sus juicios, los demás hombres tratarán de invocar el don de la palabra y de los hechos que expliquen la máscara que vean ante sus ojos. No obstante, aunque instintivamente sepan que la máscara no puede confundirse con el hombre mismo que hay detrás de ella, normalmente se sorprenderán ante lo que vean en realidad. La duplicidad de los demás siempre causa una gran impresión cuando el sujeto no tiene conciencia de su propia duplicidad".
(Eric Ambler, La máscara de Dimitrios)
No hay comentarios:
Publicar un comentario