En este frío enero, dos imágenes que desde hace tiempo daban vueltas en mi cabeza han acabado uniéndose. Una, pictórica, de la que ya hablé en el blog, es este cuadro de George Hendrik Breitner, titulado El puente sobre el Singel en la Paleisstraat de Amsterdam. La otra, poética, es el poema "A una transeúnte", de Las flores del mal, de Charles Baudelaire (últimamente el trabajo me lleva a darle vueltas a Baudelaire, como puede ver quien quiera en mi otra página, www.scribd.com/javlangar).
Y aquí juntas se quedan, a pesar de sus diferencias.
A UNA TRANSEÚNTE
La calle atronadora aullaba a mi alrededor.
Alta, delgada, de luto ,con dolor majestuoso,
pasó una mujer a mi lado, con mano fastuosa
alzaba y mecía el festón[1] y el dobladillo[2];
Ágil y noble pasó, con piernas de estatua.
Mi alma no cesaba de beber de sus pupilas,
cielo lívido con gérmenes tormentosos,
la dulzura que fascina y el placer que mata.
Un relámpago... ¡Luego la noche! — Belleza fugitiva,
cuya mirada que me hizo renacer repentinamente,
¿no te veré más sino en la eternidad?
¡En otro sitio, muy lejos de aquí! ¡Demasiado tarde! ¡Quizás nunca!
Pues ignoro adónde huyes, no sabes adónde voy,
¡oh, tú, a quien hubiese amado, oh, tú que lo supiste!
Alta, delgada, de luto ,con dolor majestuoso,
pasó una mujer a mi lado, con mano fastuosa
alzaba y mecía el festón[1] y el dobladillo[2];
Ágil y noble pasó, con piernas de estatua.
Mi alma no cesaba de beber de sus pupilas,
cielo lívido con gérmenes tormentosos,
la dulzura que fascina y el placer que mata.
Un relámpago... ¡Luego la noche! — Belleza fugitiva,
cuya mirada que me hizo renacer repentinamente,
¿no te veré más sino en la eternidad?
¡En otro sitio, muy lejos de aquí! ¡Demasiado tarde! ¡Quizás nunca!
Pues ignoro adónde huyes, no sabes adónde voy,
¡oh, tú, a quien hubiese amado, oh, tú que lo supiste!
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