En una ocasión le preguntaron a Confucio por dónde empezaría a gobernar un país, y él respondió: “Mejoraría el lenguaje”. Asombrados, sus discípulos le dijeron que esa respuesta nada tenía que ver con su pregunta: ¿qué significaba mejorar el lenguaje? Entonces, Confucio aclaró:
“Si el lenguaje carece de precisión, lo que se dice no es lo que se piensa.
Si lo que se dice no es lo que se piensa, entonces no hay obras verdaderas.
Si no hay obras verdaderas, entonces no florecen el arte ni la moral.
Si no florecen el arte ni la moral, entonces no existe la justicia.
Si no existe la justicia, entonces la nación no sabrá cuál es el rumbo: será una nave en llamas y a la deriva.
Por esto no permitáis la arbitrariedad con las palabras. Si se trata de gobernar una nación, lo más importante es la precisión del lenguaje”.
(Extraído de José María Pérez Gay, El imperio perdido, México, Cal y arena, 1991)
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