4.8.09

Infancias y guerras italianas

Alberto Asor Rosa (apellidos palindrómicos) es uno de los críticos literarios más importantes de la Italia actual; pero también ha escrito narrativa (o autobiografía, que en esto nunca se sabe con exactitud). El alba de un mundo nuevo (Barataria) es el relato de la infancia del niño Alberto, en Roma, con la escuela, el fascismo, y en el pueblo de Artena, próximo a la capital, durante las vacaciones. Todo el relato gira en torno a estos dos polos, y en ellos vamos viendo la guerra, la rendición, la ocupación alemana y la liberación por los americanos. Leemos una Roma oscura, casi siniestra a partir de los años de guerra, con las alarmas, el racionamiento, el miedo. Y en el campo, la libertad, la extrañeza de un mundo nuevo, incluso en las palabras. Y un individuo, el niño Alberto que se va haciendo a lo largo de los doce años que abarca el relato. Es emocionante, y muy atractivo para los interesados en esta época.
Otra infancia diferente encontramos en El caballo Trípoli (Seix Barral, 1969), de Pier Antonio Quarantotti Gambini, autor de fama en su momento, y que no desluciría en los catálogos editoriales actuales. La novela (también autobiográfica) se ambienta en los últimos momentos de la Primera Guerra Mundial, en un pueblecito, Semedella, al lado de Trieste. La familia del niño Paolo ha sido desposeída de sus fincas por los austriacos, representados por el capitán, con su mujer y su hijo Geza; aunque Paolo y su madre siguen viviendo en la casa con los ocupantes, su padre, sus tíos, sus abuelos han huido. Se espera una gran ofensiva que decida la guerra a favor de un bando u otro. Mientras tanto, Paolo recorre los campos, se relaciona con los colonos, con los soldados austriacos, con los niños de los campesinos, pero añora el mundo en el que la tierra era de su abuelo, y odia a los ocupantes, ensañándose en sus trastadas con Frau Mutter, la abuela de Geza. Le gustaría recuperar un caballo, y, al enterarse de que los austriacos, por no tener pienso, dan caballos a quien los pide, se encapricha de uno, al que llama Trípoli. Trípoli es el símbolo de todo lo que no tiene (su padre, el fin de la guerra, la incorporación de Trieste e Istria a Italia...) y con lo que sueña a diario. Una novela muy interesante, a veces lírica, que muestra ligeramente los problemas étnicos en Trieste (eslavos, italianos y austriacos), y con algunos personajes muy llamativos, como don Tommaso, hermano del capitán austriaco, pero italiano. Creo que sólo se editó otra novela más de Quarantotti, La onda del crucero, que tendré que sacar de la biblioteca.

También durante la Gran Guerra, en parte, se ambienta la Historia de Tönle (Pre-Textos), de Mario Rigoni Stern; Tönle, Antonio, es un montañés, que se dedica al comercio errante, o al contrabando, que a veces no se diferencian, por lo que es perseguido por los carabinieri, y huye a Austria, llegando a Praga y Galitzia (ah, la Mitteleuropa), aunque regresa y vive escondido en su casa, porque la tierra natal es más importante que el mundo por conocer. Va creciendo, y con él su familia, hasta que, ya anciano, llega la guerra y su pueblo queda en la línea del frente; todos son desalojados, pero él se queda con las ovejas, aunque tendrá que huir, lo que dará lugar a la aventura más importante de su vida; él, que lo ha visto casi todo, tendrá que vagar para intentar recuperar lo que es suyo.
Rigoni, montañés, que se alistó durante la Segunda Guerra Mundial en el batallón de alpinos y marchó al frente ruso, cuenta la experiencia de la retirada del Don en El sargento en la nieve (Pre-Textos); con un tono muy humano, no habla de ideologías ni conflictos, sino de sus hombres, los que comparten con él un lugar en el mundo, de sus deseos de regresar a casa (ghe arrivarem a baita?, en veneciano o algo así), y cómo van desapareciendo en la catástrofe. Es un narrador sencillo, que me ha interesado mucho; espero que editen algo más de él.

Y casi sin quererlo, me ha salido una entrada capicúa.




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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Tomo nota y a ver si encuentro el que me falta. Saludos.
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9:18 p. m.  

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