3.5.07

Libros de quiosco


Entre trabajar y leer, en un día en que la cabeza no funciona bien. Así que me pongo al blog, con pocas ganas, porque pienso que esto que pongo no le interesa a nadie, y cada día me cuesta más escribir sobre lo que me gusta. En fin, ya que estoy, ¡al tajo!

¿Qué sería de mí sin los quioscos o papelerías? No sólo por la prensa, insulsa de principio a fin, incluso los suplementos literarios (salvo Culturas, de La Vanguardia, y no siempre). Hace ya muchos años, algunas editoriales comenzaron a poner en nuestras manos semanalmente colecciones de libros buenos, bonitos y baratos: que si historias de la literatura española o universal, que si literatura de A o de B; eran ediciones simples, a veces con buenas cubiertas, por 100 pesetas, luego 300, 500... Recuerdo varias: una de Alianza (dos libros 200 pesetas), con colores por tema (literatura, historia, filosofía y ciencia), que puso a nuestro alcance algunos libros ya descatalogados de su colección de bolsillo; dos de Seix Barral (recuerdas, Julio, "la de tapas duras marrón oscuro" y "la de tapas blandas claritas"); la Biblioteca personal de Jorge Luis Borges, de la que me arrepiento de no haber comprado entera; la tan añorada Club Bruguera... Durante años hemos ido buscándolas en las librerías de lance, y aún nos falta por encontrar algún libro.

Cuando flojeó el negocio, los periódicos se apuntaron a ello, y tanto El Mundo como El País sacaron decentes colecciones, pero en cada entrega nos acercamos al libro de desecho (ahora El País vende unos libritos que sacó en su tiempo el desaparecido El Sol).

Todavía se puede ver alguna colección, la mayoría compuesta por libros inanes, pero quedan la de clásicos grecolatinos de Gredos (ya es la cuarta vez que la editan), la de obras completas de Aguilar y la de RBA-Cervantes, los de historia de Crítica o los de la Segunda Guerra Mundial, pero ya de 10 a 15 euros.

Y junto a ello, mil cosas más (los domingos algún periódico ofrece cuatro productos diferentes), y los pobres quiosqueros, para ellos va el post, sufren, porque no saben si relojes de porcelana va con muñecas de vidrio o váteres en miniatura, o si cuando compras el dvd te tienen que regalar el periódico después de recortar la carátula. Pobres.

(Todo esto porque quería hablar de un libro que compré en el quiosco. Si es que la nostalgia me puede... Y ahora a currar un rato)

(Y de fondo el último del Bublé: ni chicha ni limoná, como siempre)

4 comentarios:

  1. Anónimo2:01 p. m.

    Sí, me acuerdo, los marrones oscuros, con mal papel, como los optros, han aguantado mal. Los mejores, por diseño intemporal y la colección entera, club bruguera. ¿Qué se fizo de los libros sin vender de antaño? ¿Do fueron a parar? ¿Qué trituradora a lo Hrabal habrá producido el asesinato? En fin, me voy al quiosco de vuelta pa casa.
    narrow

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  2. Justo esta mañana he visto el primer tomo de las obras completas de Tolstoi y le he preguntado al quiosquero: "¿Qué novelas entran en este primer tomo?".
    Me ha respondido: "No sé, no lo pone".
    Pues no te creas que se ha molestado en abrir el plástico y mirarlo. Ni el más mínimo ademán, oye.
    Así que me he vuelto a casa sin saberlo.

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  3. Si es que los quiosqueros no son libreros, los pobres... De todas formas, tampoco valen mucho la pena esas viejas ediciones de Aguilar, la mayoría censuradas en el franquismo, y no sé si vueltas a "descensurar" después; además, muchas no eran traducciones directas, sino a través del francés (como se han hecho siempre en este país monoteísta y monolingüe). El único atractivo, para mí, es el precio, aunque a veces sales escaldado porque sólo incluye una obra... Acción directa: rompe el plástico y míralo, pero yo casi prefiero la biblioteca. Un saludo

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  4. Estupendo blog... Te encontré buscando información sobre la colección Club Bruguera, de la que también soy gran fan.

    Desde luego, qué sería de nosotros sin los quioscos.

    Un saludo

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