28.9.08

Sicilia (2): Outro mundo, de Qbeta

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Sicilia, 1920...

... decía siempre Sofía Petrillo (de Las chicas de oro) cuando quería contar una historia a la que nadie hacía caso. Y me viene muy a propósito para hablar de mis últimas lecturas. Desde que volví de Italia estoy inmerso en la música y la literatura italianas. Al regresar, empecé un libro de Camilleri y no he podido parar todavía. No hablo de las historias del comisario Montalbano (quizás escriba de ello otro día), sino de las historia sicilianas ambientadas a finales del siglo XIX y principios del XX, como La ópera de Vigàta, La concesión del teléfono, La desaparición de Patò, Una temporada de caza o Un hilo de humo(Destino). Todas están ambientadas en Vigàta, ese lugar mágico que es su Porto Empedocle natal y no lo es. En todas vemos la apariencia del estado moderno mezclada con los restos del Antiguo Régimen. En casi todas nos encontramos con un comisario de policía que tiene que resolver un misterio. Todas me recuerdan algunas de las novelas-reportaje de Leonardo Sciascia, a quien leí con sumo placer en mi post-adolescencia (vamos a llamarlo así), y del que, ya "sicilianizado", leí Los apuñaladores (Tusquets), creyendo que era otra novela de Camilleri. Y casi todas ellas tienen un carácter tragicómico que es propio del autor. Sólo una, Un hilo de humo, adquiere el tono de una tragedia griega, en la que se espera lo que va a pasar, en una tensión creciente, con un final absolutamente siciliano (hay que recordar El gatopardo: cambiar todo para no cambiar nada).
El recuerdo de la novela de Lampedusa y el afán siciliano me llevaron, aunque no practico el realismo naturalista como lector, a Los Virreyes (Acantilado, Cátedra), de Federico de Roberto, para algunos el "anti-gatopardo". Tiene que ver con la obra lampedusiana, porque retrata la decadencia de la nobleza siciliana, pero también su adaptación a la nueva realidad política; soy lampedusiano, pero a partir de ahora, de Roberto ocupa un lugar muy importante en mis sueños sicilianos. La obra muestra la vida de los Uzeda, familia entroncada con los antiguos virreyes españoles, desde 1850 a 1880, más o menos, es decir, de los Borbones a la Italia Unida, pasando por Garibaldi. Tiene personajes memorables, como dama Ferdinanda, guardiana de las viejas glorias y borbónica a ultranza, avara y usurera, o don Blasco, el segundón obligado a ser monje, mujeriego, avariento, blasfemo, ultra, que critica a todos sus familiares por todo lo que hacen, pero que se convierte en liberal cuando aprende a invertir en bolsa y obtiene buenos réditos. Una buena lección de historia italiana, sobre todo a través del príncipe Consalvo, que, siendo borbónico, se pasa a la democracia para sobrevivir, engañando a todo el mundo. El mensaje final es el mismo que el del Gatopardo.
Los Virreyes me llevaron a una novela que es excelente, pero que palidece al compararlas. Me refiero a Viejos y jóvenes, de Luigi Pirandello (Gredos). De nuevo Sicilia hacia 1890, nobles borbónicos, curas conservadores, políticos corruptos y burgueses enriquecidos, pero con un toque social y político, puesto que todo se ambienta en la represión del socialismo en la isla y la corrupción del gobierno italiano. Destaca el personaje de Mauro Mortara, viejo luchador por la Unidad, decepcionado por la corrupción política. Pirandello procura ser objetivo, no es una novela de buenos y malos, y la novela resulta muy interesante para los interesados en la historia siciliana.
Otro escritor siciliano que me gusta es Vitaliano Brancati. De él leí con muchísimo gusto Don Juan en Sicilia, en la antigua editorial Bruguera; ahora he leído El bello Antonio (Seix Barral) y estoy con los cuentos de Sueño de un Vals (Libros DB). Brancati es un humorista amargo, que retrata perfectamente a los personajes y a la sociedad de la isla; uno de sus temas habituales es la crítica del machismo siciliano.
Y leí a Vincenzo Consolo, pero tengo que leer más para hacerme una opinión. Me quedan Simonetta Agnello Hornby, esa siciliana trasplantada a Gran Bretaña; Giovanni Verga, que espero que caiga pronto en el montón de libros leídos; Bufalino, que se me cayó de las manos en la adolescencia y algún día habrá que volver a leer; o Dacia Maraini, de la que no sé nada.

En conclusión, un buen filón literario de excelente calidad en una isla que es un sueño personal (y sobre la que tenemos en español Carrusel siciliano de Lawrence Durrell, que dejé a mitad por aburrimiento, y Sicilia, de Ismael Grasa, más ameno).
Música siciliana, en la siguiente entrada.

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