23.8.07

Horacio, Odas, I, 11

No preguntes (no es lícito saberlo) qué fin a mí, cuál a ti
han dado los dioses, Leucónoe, ni consultes
las piedras babilonias. Cuánto mejor soportar lo que vendrá,
tanto si Júpiter nos ha concedido muchos inviernos o el último,
que ahora fatiga al mar Tirreno con las peñas porosas;
sé sabia, filtra los vinos y, en este espacio breve,
abandona una esperanza a largo plazo. Mientras hablamos, huye
el tiempo envidioso: disfruta del presente, y cree poco en el futuro.

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19.8.07

Egon Erwin Kisch



"Kisch era natural de Praga, donde se había hecho célebre, siendo aún joven, como cronista criminal y escritor de relatos breves sobre ladrones y prostitutas. Su primer libro, Der Rasende Reporter (El periodista loco), se convirtió en una obra clásica del periodismo alemán; a ella siguió una serie de libros de viajes por China, América, Australia y el Asia soviética, todos ellos escritos desde el punto de vista comunista, pero centelleantes por su colorido y chispa. Tenía entonces alrededor de cincuenta años y era un hombre bajo, grueso, de abdomen prominente, pero aún muy atractivo para las mujeres, por su rostro alegre y moreno y sus encantadoras maneras. Sentía inclinación por las muchachas muy jóvenes, a quienes conseguía hechizar con su arte acabado de conatra anécdotas (...). También era un aficionado a los juegos de magia y ponía en práctica trucos para leer el pensamiento, en combinación con su mujer (...).
En su actitud respecto de la política Kisch era un cínico completo. Siempre evitaba verse envuelto en alguna discusión, diciendo la siguiente frase:
- Yo no pienso, Stalin lo hace por mí.
Y, en tales ocasiones, se apartaba con expresión muy seria; habitualmente tal actitud determinaba que se creara un tenso silencio, al que seguía un rápido cambio de tema. También era inventor de un juego de salón, una nueva variante del juego de caballitos que se hacen correr a lo largo de una pista, de acuerdo con los números que señalaban los dados arrojados, sólo que en el de Kisch no se trataba de una carrera entre caballos, sino entre funcionarios del Partido; en lugar de caer en una zanja o de derribar una valla, los participantes eran sometidos a una purga, por desviaciones trostkistas; expulsados, por desviaciones bujarinistas, etc. Resulta difícil explicar cómo conseguía salir bien de todo esto; supongo que ello se debía, en parte, a que Kisch era una de esas personas irresponsables a las cuales se les perdona todo, y en parte a que su popularidad era un elemento de éxito que el Partido Comunista alemán podía exhibir entre los intelectuales y simpatizantes de la causa; (...).
Oculto detrás de la máscara de cínico humorismo era en verdad un hombre fatigado y desencantado, que no conservaba ninguna ilusión con respecto al Partido y menos aún por el mundo en general. De todos modos, ya se sentía demasiado viejo para volver sobre sus pasos y comenzar todo de nuevo (...). Murió de un ataque cardíaco en la ciudad de Praga, en donde había nacido." (Arthur Koestler, Autobiografía. 4. El destierro, Alianza editorial).
Actualmente, de E. E. Kisch sólo tenemos traducido De calles y noches de Praga, una recopilación de artículos sobre cafés, callejones y personajes praguenses, que editó Minúscula.

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15.8.07

Tránsito, de Anna Seghers



Marsella, 1940. A la ciudad han acudido miles de refugiados del naufragio europeo con la intención de huir del continente antes de caer en manos de los nazis. En una pequeña pizzería junto al puerto asistimos a la conversación de dos de ellos, innominados (que no anónimos, que tanto se dice ahora). El narrador cuenta sus historia desde su salida de lo que los franceses llamaban campos de internamiento (eufemismo para no llamarlos "de concentración", y que sufrieron tantos exilidados alemanes y españoles), su paso por un París vacío ante la llegada de los nazis, la huida a Marsella con los papeles de un escritor alemán muerto. Y su miserable vida en una Marsella depauperada, que es un protagonista más del relato, las mil historias trágicas, imágenes de vidas rotas que ansían recomponerse en otro lugar. Una mujer que busca y no quiere huir de su pasado, un niño malgache, un médico que anhela una vida nueva en México, un desvencijado hotel repleto de fugitivos, son el entorno de la vida presente del narrador, que busca un lugar donde asentarse, pero duda en huir en alguno de esos barcos fantasmas que conducen a lugares lejanos. De consulado en consulado, leemos una historia de renuncias y disfraces, que muestra la tragedia del exilio, pero, además, que es un profundo análisis del "alma" (como decían los narradores decimonónicos) humana.
Me ha recordado otras novelas de exiliados de Weimar, como Huida en Francia, de Soma Morgenstern (Pre-textos), o Los olvidados, de Walter Hasenclever (Barataria), aunque éstas se centran en las experiencias en los campos de internamiento, en los que un hombre no es un hombre, sino unos papeles en regla o no.
En, conclusión, es una de las mejores novelas que he leído. Si queréis saber algo más de la autora, podéis leer http://es.wikipedia.org/wiki/Anna_Seghers

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