15.10.11

Romanisches Café

"El Romanisches Café se encuentra frente a la Iglesia del Recuerdo y está dividido en una sección de nadadores y otras de no nadadores (1). Los nadadores se sientan a la izquierda de la puerta giratoria. Los no nadadores a la derecha. el Romanisches Café está muy sucio. En primer lugar, y a pesar de sus grandes ventanales, porque hay mucho humo, como corresponde a una morada del espíritu; en segundo lugar está sucio por los modales de sus habitantes, que sin recato alguno arrojan al suelo los restos del tabaco. En tercer lugar, la suciedad se debe a la inaudita frecuencia de visitantes. Pues este café es un hogar. Húngaros, polacos, yugoslavos, rusos, checos, eslovacos, rutenos, daneses, bohemios, austríacos, bálticos, letones, lituanos, servios, rumanos y el gran enjambre de judíos que, procedentes del Este, acuden al Berlín del gran espíritu, todos ellos encuentran allí a compatriotas. Porque así es Berlín: en las estadísticas de extranjeros interesa
sobre todo el número de americanos, pero en realidad son sobre todo gentes del Este las que acuden a esta ciudad, aunque alguna vez haya que consignar la llegada de un par de holandeses y daneses. A estos se les presta menos atención. Pero Berlín se encuentra a cien kilómetros de la frontera polaca. Berlín es un arrabal del noreste, como Viena lo es del sureste. Berlín no es una capital chic, como París, o Roma, o Londres, adonde acuden ingleses, americanos, españoles y franceses for sightseeing, destino tal vez de un trip en primavera o en la season. A Berlín se llega del Este buscando un trabajo, para hacer música, o una película, para pintar, hacer teatro, escribir, dirigir un espectáculo, esculpir, para vender coches, o cuadros, o un solar, un inmueble, alfombras, antigüedades, para abrir una tienda, una zapatería, una tienda de ropa o de perfumes, para pasar hambre y para estudiar. Y todos pasan por el Romanisches Café, primero por el sector de no nadadores, y luego por el de nadadores".

(1) "Con estos términos se distinguía a los artistas consagrados de los que no lo eran".

(Gabriele Tergit, Käsebier conquista Berlín, editorial Minúscula)

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