Willi Münzenberg, un desconocido para la mayoría, prácticamente olvidado para la
Historia, fue, para muchos, el creador de la moderna propaganda. Joven socialista en Alemania y Suiza, donde se refugió durante la Primera Guerra Mundial, creó las Juventudes Socialistas; deslumbrado por el conocimiento de Lenin y Trotsky, acabó convirtiéndose en un revolucionario "profesional". Participó en la fundación del KPD (Partido comunista alemán) y de la Komintern (Internacional Comunista). Lenin le encargó la dirección de la Ayuda Internacional Obrera (o Socorro Rojo Internacional, según la traducción), desde la que recaudó dinero y alimentos para combatir la hambruna en la Rusia Soviética en 1921. Desde la AIO, creó un conjunto de empresas (periódicos, productoras y distribuidoras de cine...) , el llamado por sus enemigos "trust Münzenberg", desde las que organizó campañasantiimperialistas y a favor de la paz, aunque su objetivo era captar a intelectuales y famosos occidentales para que simpatizasen y apoyasen a la Unión Soviética.
Diputado en el Reichstag, y obediente a Stalin a pesar de sus diferencias, la llegada del nazismo al poder le sorprendió, como a todos los comunistas, que creían que estaba más próxima la revolución marxista que la fascista. Huyó a Francia, donde siguió llevando a cabo su trabajo; uno de sus mayores éxitos fue la creación del Libro Pardo, donde se culpabilizaba a los nazis del incendio del Reichstag y se difundían los terrores del Tercer Reich, y su defensa de los acusados de provocar el incendio, a través de un contraproceso en Londres.
Enfrentado abiertamente a Stalin desde 1939, repudiado por sus antiguos camaradas, fue, como todos los residentes alemanes, internado en un campo por las autoridades francesas ante el ataque nazi. Con la debacle, fue liberado y huyó, pero fue encontrado meses más tarde, ahorcado en un árbol en mitad del monte. Nadie sabe cómo murió, pero se sospecha de una orden directa del dictador soviético.
Conocí su vida por primera vez en Sefarad, de Antonio Muñoz Molina, y volví a encontrarlo en las memorias de Arthur Koestler y en tantos libros sobre el exilio alemán durante el Tercer Reich. Ahora, la editorial Ikusager nos presenta Willi Münzenberg. Una biografía política, escrito por su viuda Babette Gross, libro muy interesante que engancha, y que puede leerse como una historia de la izquierda europea en los primeros años del siglo XX. Quizás la autora no profundiza en algunos aspectos, ni ve elementos negativos en ningún momento, y eso hace que la obra tenga un cierto tono de hagiografía.
Guiado por las notas bibliográficas de este libro, llegué al otro traducido al español sobre el personaje, El fin de la inocencia. Willi Münzenberg y la seducción de los intelectuales (Tusquets), de Stephen Koch, cuyo seductor título no tiene mucho que ver con el contenido, decepcionante para mí, que he tenido que dejarlo sin terminar porque creo que es un libro muy tendencioso. El autor, que se jacta de haber entrevistado a Babette Gross durante una semana, realiza un alegato contra todo lo que suene a revolución, sin entender qué significaba para muchas personas en el siglo pasado. En lo que he leído, poca biografía, casi toda sacada de Gross, desorden cronológico y manipulación de datos. Por ejemplo, señala que la campaña internacional a favor de Sacco y Vanzetti la organizó Münzenberg, pero que sólo tenía por finalidad realzar al PC americano, porque ya se sabía que los anarquistas italianos eran culpables. Quizá no supiera el señor Koch que en 1977 los EEUU reconocieron su error y los declararon inocentes.
Pero, claro, cuando todo es una campaña o complot antiamericano, como se da a entender en el libro, también lo son los Congresos mundiales contra el imperialismo y por la paz que organizó Münzenberg. Sí, fueron propaganda prosoviética y anticapitalista, no se puede negar, pero tampoco se puede decir que M., como todos los comunistas, quería la guerra; M. fue pacifista ya en su juventud durante la Primera Guerra Mundial.
En fin, dos anotaciones más de lo que he leído antes de que se me cayera el libro de las manos: "el pacto nazi-soviético precipitó la Segunda Guerra Mundial" (pág. 65); creo, con muchos, que lo que precipitó la guerra fue el Pacto de Múnich entre Alemania y las potencias occidentales que dejó a Checoslovaquia en manos nazis y alentó la creencia hitleriana de que nadie se le opondría. Igualmente, decir que la campaña de M. sobre el incendio del Reichstag se hizo para encubrir pactos nazi-soviéticos que no tendrían lugar hasta unos años más tarde, me parece una tontería. Aunque seguramente el equivocado soy yo.
En fin, me quedo con la imagen de Münzenberg que aparece en la obra de Koestler (que se convirtió en un feroz anticomunista, pero no dijo que M. fuera un espía soviético, como hace Koch), la del "millonario rojo", la del empresario comunista, siempre activo, buscando una nueva campaña propagandística para difundir sus ideas.
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