27.1.08

Dos infancias francesas

La primera, Un saco de canicas, de Joseph Joffo (DeBolsillo), es una autobiografía del final de la infancia, marcada por la Segunda Guerra Mundial y la condición de judío del autor. Los Joffo, huidos de los pogromos zaristas a principios del siglo XX, eran peluqueros en Clignancourt, zona judía de la capital francesa. Los recuerdos comienzan en 1941, cuando Joseph tiene diez años, y es un niño normal, que juega, va al cole, hace travesuras y se pelea con su hermano Maurice; magnífica la primera escena, en que, al tapar los niños a idea el cartel de "Comercio judío", dos SS entran a cortarse el pelo en la peluquería familiar. Pero la vida normal se altera cuando los nazis empiezan a endurecer la vida de los judíos parisinos; el padre envía a los dos pequeños a la zona "libre", la Francia de Pétain. Ahí comienza una vida que podríamos llamar picaresca, con un fresco e ingenuo punto de vista infantil (pocas veces asoma el adulto que escribe el libro): Marsella, Menton, Niza; las relaciones con los ocupantes italianos, cuando parecía que no había guerra, y las dificultades con los otros ocupantes, los alemanes; todo presidido por un profundo sentimiento familiar, siempre acompañado por Maurice, siempre preocupado por los otros hermanos o los padres. Un texto muy humano.

La segunda, de ficción, es La vida ante sí, de Émile Ajar, seudónimo de Romain Gary (DeBolsillo). El narrador es un niño, Momo (Mohamed), que vive con la señora Rosa, una vieja prostituta judía que sobrevivió a Auschwitz, y que ahora se dedica a cuidar a los hijos de otras prostitutas. La acción sucede en los años 70 en el barrio Belleville, donde viven judíos, árabes y negros. Destacaría en la novela el lenguaje de Momo, con sus equívocos, o la galería de extraños, divertidos y maravillosos personajes que aparecen en sus páginas: un beato musulmán que lee a Víctor Hugo, un chulo nigeriano, unos hechiceros de Mali, las prostitutas, el doctor judío... y la inmensa (en todos los sentidos) humanidad de la señora Rosa (personaje que, en la versión cinematográfica, encarnó Simone Signoret). Y el punto de vista de ese narrador infantil llena la obra de la ironía del autor sobre la sociedad francesa, lo que la convierte en una novela desopilante, que da ganas de leer otras del autor.

De fondo, ya que estamos con una Francia "diferente", vendría bien escuchar algún disco del grupo francés de reggae Tryo, como Grain de Sable, con su divertida France Télécom.

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3.1.08

Atracón de clásicos

En estos días de atracones varios (comida, familia, ¿felicidad?) no queda mucho tiempo para la lectura reposada. A pesar de ello, se intenta, y, como la literatura de hoy cada día me interesa menos, y la de ayer no me entra en muchos momentos, siempre recurro a los CLÁSICOS. Sí, con mayúscula (ahora a todo se le llama "clásico", aunque lleve una semana en la librería, y así nos va). Los grecolatinos, de Homero a Procopio de Cesarea (siglo VI d. C.) por lo menos.
Supongo que llegué a ellos a través de nuestros clásicos españoles; un día empecé a comprar textos de la colección clásica de Gredos, de Akal, de Alianza o Cátedra, a buscarlos en librerías de viejo (y hasta ebooks en internet), y se fueron almacenando para los momentos necesarios. En el último mes han sido mis compañeros más fieles.
Y no son aburridos: con Luciano de Samósata o Marcial no dejas de reírte, con Ovidio o Virgilio encuentras algunos de los textos más hermosos de Occidente, con Heródoto o los textos sobre Alejandro la curiosidad y la maravilla te llevan de una página a otra...
Ya hablé aquí de El mundo clásico, de Robin Lane Fox; ahora, del mismo autor, Acantilado publica Alejandro Magno. Conquistador del mundo, un grueso resumen de la historia del rey macedonio, muy sugerente, aunque traducido deprisa (supongo que para aprovechar el éxito del anterior libro), incluso con faltas de ortografía. Al interesado le hará pasar muy buenos ratos, porque incluso llega a parecer una novela policiaca (especialmente al relatar la muerte de Alejandro y quién pudo tener interés en su supuesto asesinato).
También han caído los tres tomos de la Historia de Apiano, un recorrido por la historia de los diferentes lugares y personajes del mundo antiguo en torno a Roma (Iberia, África, Iliria, Galia, Aníbal, Mitrídates), para centrarse en las guerras civiles romanas, mi época favorita, y quizá la más documentada; sobre el tema, apasionante es el relato que hace Tom Holland en Rubicón (Planeta). Y he terminado el Epítome de las Historias Filípicas de Trogo Pompeyo, de Justino, una Historia Universal desde los asirios a Augusto.
En espera están Polibio, la edición de Estrabón en Alianza, o D'Alexandre a Actium, de Peter Green, un detallado examen de la época helenística (otra de mis favoritas).
Y ahora estoy leyendo La India y el Catay. Textos de la Antigüedad clásica y del Medievo occidental (Alianza), de Juan Gil, que mezcla varias de mis pasiones: Grecia, Roma, el Oriente antiguo, la Edad Media y los mirabilia o maravillas del mundo (de esto ya hablaré otro día), y conecta con mi acercamiento a la India de los descubrimientos portugueses (y aquí ya cito El nudo y la esfera, de Isabel Soler, en Acantilado, el más esclarecedor estudio sobre el tema).

Pues eso, atracón, pero con gusto

P.S.: Estos días se ha muerto otro clásico, pero del jazz: Oscar Peterson. Lo bueno de los clásicos es que sigues oyéndolos o leyéndolos eternamente.

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